En la provincia de Teruel, se encuentran varias fortificaciones construidas por orden del General Cabrera y se caracterizan por su casi inexpugnabilidad, lo que ha contribuido a su notable conservación a lo largo del tiempo.
Un conjunto importante de estas defensas es conocido como los “Fuertes de Cabrera” ubicado aproximadamente a 1,5 kilómetros al sureste del núcleo urbano de Beceite, junto al camino del Parrissal. La primera de estas fortificaciones se estableció junto al río Matarraña, en la zona más estrecha del valle. Allí, se fortificó un antiguo molino de papel mediante tambores con aspilleras, muros defensivos y un foso que podía ser inundado fácilmente.
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Esta fortaleza se erigió en la Primera Guerra Carlista, una guerra civil que se desarrolló en España entre 1833 y 1840 entre los carlistas, partidarios del infante Carlos María Isidro de Borbón, y los isabelinos o cristinos, defensores de Isabel II y de la regente María Cristina de Borbón.
Se trata de una guerra de sucesión planteada por Carlos María Isidro, hermano del fallecido Fernando VII, ya que había sido el heredero durante el reinado del póstumo Rey, debido a que este, tras tres matrimonios, carecía de descendencia. Sin embargo, el último matrimonio del mismo y el embarazo de la Reina María Cristina de Borbón, abrían una nueva posibilidad a la sucesión del trono.
Continuando hacia la cima de la colina a través de un estrecho y empinado sendero, se llega al fuerte principal, situado a 740 metros de altitud, desde el cual se controlaba el acceso a Los Puertos. El fuerte principal consta de dos pisos, cada uno con hileras de aspilleras. Fue construido en tan solo seis meses con mampostería en la cima de una escarpada montaña. Su planta es rectangular y presenta torreones circulares en sus lados más cortos, ubicados al norte y al sur, donde se habilitaron las dos únicas puertas de acceso.
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A finales de 1836, después de la toma de Cantavieja por las fuerzas liberales, los carlistas decidieron destruir los fuertes de Beceite antes de abandonar la zona para evitar que fueran utilizados por el enemigo. Sin embargo, los carlistas regresaron en 1838 bajo el mando de Cabrera y volvieron a restaurar y ocupar nuevamente los fuertes hasta el final de la guerra en 1840, cuando finalmente los abandonaron de forma definitiva. Estos fuertes representan un importante testimonio histórico de un período turbulento en la historia de España.
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