El espacio que se encuentra entre el Portal de San Roque y el Portal de la Villa, con la lonja del ayuntamiento situada entre ambos, constituye un área de gran belleza y complejidad arquitectónica en Ráfales. Aquí convergen diferentes etapas constructivas a lo largo de la historia. Se accede a esta zona a través de una sucesión de arcos de varios estilos, que finalmente llevan a los tres arcos centrales que descansan sobre un pilar en medio de la lonja.
El Portal de San Roque es la construcción más antigua de este conjunto. Originalmente, formaba parte de la muralla del castillo, probablemente construido en el siglo XIV, y funcionaba como una de las puertas de entrada a la villa. Estaba protegido por la Torreta, que aún se conserva. En el siglo XVI, se edificó el ayuntamiento, adosado a la muralla, y se creó una nueva puerta de entrada en la misma pared exterior del edificio consistorial. Posteriormente, el portal más antiguo se dedicó a la devoción de San Roque, quien era el patrón protector contra las epidemias y enfermedades infecciosas. En una de las paredes laterales se construyó una capilla en honor a este santo, y el interior del portal se decoró en un estilo barroco.
Entre los elementos de construcción de este portal encontramos la presencia de un elemento bastante particular. ¿Adivinas de qué se trata?
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Una curiosidad destacable en este portal es la presencia de fósiles de amonitas incrustados en la pared, lo que refleja la riqueza geológica de la zona y su historia natural. Los amonites jugaron un papel importante en la historia de la paleontología y la geología, ya que sus fósiles se han utilizado como marcadores estratigráficos para datar y correlacionar rocas en todo el mundo. Además, sus conchas son notables por su diversidad en forma y ornamentación, lo que ha llevado a la clasificación de numerosas especies y géneros de amonites.
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La lonja, ubicada en la planta baja del ayuntamiento y situada entre los dos portales, cumplía diversas funciones. Era un espacio de mercado, un lugar de reunión y de ocio para los vecinos. Allí se encontraban la carnicería, que era un servicio municipal, y el “macelo” (matadero).