La historia de Valderrobres está estrechamente ligada a su castillo y a la iglesia. En 1175, después de la reconquista de los territorios de la Peña Aznar Lagaya, el rey Alfonso II donó Valderrobres al obispo de Zaragoza, Pedro Torroja. En ese momento, se mencionó la necesidad de construir un castillo en la región.
En 1307, el obispo de Zaragoza se convirtió oficialmente en el señor feudal de este territorio. Poco después, bajo el mandato del arzobispo Pedro López de Luna, se impulsó la construcción tanto del castillo como de la iglesia. A partir de 1390, el arzobispo García Fernández de Heredia retomó las obras en la iglesia y transformó el primitivo castillo en un palacio residencial. Sin embargo, debido a su muerte inesperada en 1411, ambas construcciones quedaron inacabadas. Finalmente, se concluyeron de manera precipitada durante el mandato de Dalmacio de Mur y Cervellón.
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En el siglo XVI, el arzobispo Hernando de Aragón mostró un nuevo interés en Valderrobres y realizó diversas adiciones al castillo y a la iglesia, incluyendo un muro que rodea el patio de armas, el distribuidor de la planta noble del castillo, el retablo mayor de la iglesia y la cruz procesional de plata.
Sin embargo, a partir de ese momento, los arzobispos dejaron de interesarse por el castillo y la iglesia. Con las desamortizaciones que comenzaron en el siglo XIX, el castillo pasó a ser propiedad del Estado, lo que llevó a su abandono. La iglesia también sufrió problemas y el último tramo se derrumbó en 1877.
En la década de 1980, el castillo fue parcialmente restaurado y se convirtió en un lugar habitual para eventos culturales. En 2008, se reconstruyó la parte derruida del templo y, en 2021, se completó la restauración de todo el castillo y se habilitó el sótano del patio de armas como zona expositiva.
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