El castillo de Monroyo se situaba en una altiplanicie estratégica y de difícil acceso. Aunque en sus orígenes fue un alcázar musulmán, las primeras menciones escritas sobre este castillo datan de la Edad Media posterior a la conquista cristiana en 1169. Este castillo llegó a ser la cabecera de un extenso dominio perteneciente a la Orden de Calatrava, que asumió el control en 1209. Este dominio incluía nueve de las poblaciones actuales de la región, además de Monroyo: Peñarroya, Torre de Arcas, Herbés, el Boixar, Benifassà, Fredes, Fórnoles, Ráfales y Belmonte.
En el interior del recinto amurallado del castillo se encontraba la iglesia de Santa María de la Mola, que databa del siglo XII y funcionó como la iglesia principal de Monroyo hasta el siglo XIII. En esa época, se autorizó la construcción del templo actual en la parte baja de la villa.
Hay una leyenda oral acerca de la desaparición del castillo de Monroyo, cuando ya estaba en desuso. ¿Sabes de que se trata?
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La tradición oral sugiere que las piedras del castillo fueron reutilizadas para la reconstrucción del pueblo después de los diferentes incendios, siendo el último el más grave, ya que destruyo prácticamente el casco urbano de Monroyo.
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Lamentablemente, en la actualidad, solo se conservan algunos restos del castillo de Monroyo. Entre ellos se encuentra la bassa del castell, que es el lugar donde se sitúan los depósitos de agua. También se ha encontrado una cisterna excavada en la roca, así como vestigios de la base de la muralla en la zona norte. La principal razón de su destrucción se debe a tres incendios que sufrió: el primero ocurrió en 1705 durante la Guerra de Sucesión, y los dos restantes tuvieron lugar en las Guerras Carlistas. El incendio más devastador tuvo lugar en 1839, cuando las tropas del general carlista Llagostera incendiaron la mayor parte del casco urbano de Monroyo, lo que llevó a que sus habitantes fueran apodados “sucarrats”.
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