La ermita de San Cristóbal es un edificio de considerables proporciones que fue construido a finales del siglo XVIII. Tiene una planta en forma de cruz latina y está cubierta con una bóveda de medio cañón con lunetos. El edificio está fabricado en sólida sillería y presenta una cúpula y una espadaña centrada. En el lado derecho se encuentra la sacristía, creando un ábside secundario.
En el lado derecho se encuentra la sacristía, creando un ábside secundario. En el interior de la ermita, las pinturas que decoran la cúpula central, especialmente las de las pechinas, representan a los Padres de la Iglesia. Además, la ermita cuenta con una portada de arco de medio punto y un cimborrio octogonal sobre la cúpula del crucero. Junto a la ermita se encuentra la casa del ermitaño, que consta de tres plantas y ocho huecos en la fachada, uno de los cuales es un balcón.
Un antiguo secreto se esconde en los alrededores de la Ermita de San Cristóbal
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El poblado íbero de San Cristóbal se encuentra junto a la ermita de San Cristóbal, que aloja el Centro de Visitantes de Mazaleón, en la orilla derecha del río Matarraña. Este poblado, que data de la Primera Edad de Hierro, desempeña un papel fundamental en la comprensión de la iberización del Valle del Ebro.
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El poblado íbero de San Cristóbal ha proporcionado interesantes hallazgos arqueológicos. Se han conservado restos de muros con un aparejo irregular que estaban recubiertos por estucos pintados. Entre los hallazgos, se encontró una abundante cantidad de cerámica, que incluye piezas decoradas con cordones entrelazados y motivos en zig-zag. Además de la cerámica torneada, se descubrieron algunos objetos metálicos, como brazaletes de bronce.
Un descubrimiento especialmente destacado en este poblado fue el hallazgo de fragmentos de un vaso de cerámica fenicia, lo que sugiere interacciones culturales entre los habitantes íberos y los fenicios. Estos hallazgos son fundamentales para el conocimiento de la historia y la cultura en el Valle del Ebro durante la Primera Edad de Hierro.
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